viernes, 1 de enero de 2010

Nighthawks


La potente luz de las lámparas enmarca a cuatro personas. Una mujer, dos hombres, el camarero. Instante de tiempo congelado, atrapado por la luz, aislado de una oscuridad amenazante, fugacidad encapsulada. Nadie dice nada, a penas puedo oír el ruido de las tazas que limpia el camarero. No me decido a entrar, tal es la precaria fragilidad que amenazo con romper.

He entrado otras veces, a esta hora de la noche es el único lugar donde tomar una última taza de café, una olvidada copa; último remanso de paz antes de adentrarse en la negra noche, antes de enfrentarse con los rotos jirones que tapizan de recuerdos una fría habitación.

No conozco al camarero, a penas hablo con él, pido algo, pago, me voy; agradezco su silenciosa eficiencia, su fría obsequiosidad, no sé su nombre, tampoco él sabe el mío. Suelo venir obstinadamente casi cada noche, hoy, sin embargo, me he parado en la puerta un momento, hechizado ante ese fugaz instante que he intentado descifrar.

¿Quién es la mujer? Mantiene la mirada baja, se mira la mano ausente, ¿es el hombre que fuma a su lado su acompañante? Quizá no, puede que sean unos desconocidos manteniendo una intrascendente conversación, desagüe banal de un anodino día. ¿Por qué quiero pensar que no es así? El hombre parece pensativo, observa cómo las volutas del humo de su cigarrillo escapan formando formas caprichosas, ¿único asidero ante lo que le acaba de decir la mujer? ¿O es al contrario? Ambos callan, acaso ya no sean necesarias las palabras.

¿Y el hombre de la esquina? ¿No pudo haber sido él quien vino con la mujer? ¿Escuchaba atentamente lo que hasta hace sólo un instante se decía, o ha sido él quién ha dicho algo que ha provocado de forma súbita el silencio?

Ajeno a todo, el camarero se afana en limpiar antes de cerrar el local, una noche más, ¿mudo testigo de la escena o atento observador del enigmático silencio que concierne a las tres personas que se demoran en su sitio?

Les miro desde fuera, ¿por qué intento encontrar un sentido a una escena que quizá no lo tenga? Acaso no son más que solitarios halcones nocturnos que protegidos por la luz, aguardan unos instantes antes de que la noche les engulla. Esperan, no dicen nada, apuran unos minutos de plenitud antes de perderse en la oscuridad del callejón.

Ella se mira la mano, un hombre a su lado fuma, en la esquina de la barra otro hombre mira distraído su vaso, y el camarero, diligente, no dice nada. Instante congelado en el tiempo, pequeña brizna de eternidad hecha de plástico y vidrio, sólida luz protectora. Hace frío, no hay nadie en la calle, entro.

-Good night…A cup of coffee, please.

Leve mirada de asentimiento del camarero. Oigo el sonido de mi cucharilla mientras remuevo el café. La mujer deja de mirarse la mano, pide un cigarrillo al hombre que se encuentra a su lado, me mira indolente por un momento. Silencio. Recuerdos, desteñidos, raídos por el tiempo que apenas logran alcanzarme...ahora. Miro mi café, nadie habla.

Y yo pienso en alcatraces, en migraciones inacabables, en miradas olvidadas… en la copia de mi mismo que ha quedado atrás.

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