jueves, 7 de enero de 2010

El doble


Y no es más que tedio, e inconstancia.

No es más que cansancio…, y olvido. Esa capa de polvo adherida a mi piel, incapaz de poder limpiarla. Me voy acostumbrando… lo siento ya como algo familiar.

¿Por qué a menudo las relaciones nos causan tanta pereza? No es miedo. Es simple pereza, un estado crónico de pereza que amenaza con instalarse de forma permanente, y al que un día dejas de temer. Como dejas de temer que te salgan arrugas, o canas, o yo qué sé. Laissez fer, laissez passe

Y una inquietud vana, reflejo de nada…, porque eres tú, mi doble, quien siempre acaba robándome aquellos momentos que yo quisiera para mí, aquello que yo querría vivir y que tú, ya has vivido por mí…, dejándome los restos, el plato frío, los instantes ya gastados, el anhelo ya arrugado.


Sé que siempre andas tras de mí, susurrándome lascivamente aquello que ya has vivido por mí, impaciente por contarme aquello que jamás me ha pertenecido, por pasarme tu mano por la cara… Y quisiera olvidarte, sumergirme en ese tedio, abandonarme a un olvido culpable, quisiera dejar de oír tu voz…, y te busco, y te escucho. Y cierro los ojos, dejo que me cuentes todo ello, que me digas lo que yo no pude hacer porque tú ya lo has hecho, dejo que me devuelvas un tiempo sucio, manoseado… dejo que te rías de mí, porque eres mi doble. Y yo me quedo con el tedio, el cansancio, la inconstancia, me quedo con jirones, con momentos ya obsoletos que repito, y se repiten, ya sin lustre… porque tú, mi doble, me los has robado.

Escribir es eso.

No hay comentarios: