jueves, 1 de octubre de 2009

Mi hermano, mi asesino

Ha empezado a llover, es septiembre, qué te voy a contar. Ya sabes que me gustan estos días agónicos de verano. La lluvia es capaz de limpiarlo todo, barre esa capa de polvo y recuerdo que parece cubrir las cosas.

Quizá te sorprenda esta carta, hacía ya mucho tiempo que no nos hablábamos ¿La lluvia? Tal vez. Desde la ventana de mi casa puedo ver gente correr bajo la lluvia, otros se refugian bajo los aleros y algunos caminan como si nada sucediera, como yo. Es tan solo un aguacero. Nada más.

He sabido se ti, me han dicho que te va bien, que has vuelto a trabajar, ¿acabaste tu libro? No importa, yo tampoco he hecho nada importante, seguimos donde estábamos, sin tocar el cielo ni el infierno. Me dijeron que te casaste. Ojalá seas feliz.

Hubo un tiempo que pretendí que mi vida transcurriera entre lo banal y lo profundo, no era el único, muchos nos creímos así. Tú también lo sabes.

¿Recuerdas aquellos viajes? No sé por qué hoy me han asaltado esos recuerdos.

Siempre hacia adelante, hasta el fin de un descolorido mapa, naturalmente desfasado, miserables moteles de carretera, solitarias cunetas donde pasar la noche, una cinta de Inspiral Carpets mil veces escuchada –perdida, como tantas cosas-, un trago de whisky en una fantasmal playa de madrugada, una tarde en Cadaqués…

Tantas cosas…

Me vas a tener que perdonar, ya me conoces. Siempre doy mil vueltas a las cosas antes de decir nada, sobre todo cuando tengo que hablar de algo importante… Aunque en realidad sabes que no fue nada importante. Ya todo son recuerdos, desconchados que ensucian la pálida blancura de una pared, virutas de tiempo presas en un mar de vacío.

¿Qué sería de nuestro recuerdo sin ella? ¿Quiénes seríamos? Supongo que un par de desconocidos. Perdona que insista, sé que es un tema olvidado, pero qué quieres, ella es lo único que nos une.

Sí. Hoy la he visto.

¿Dónde? Qué importa dónde, en una calle cualquiera. Estaba parada en un semáforo esperando a pasar. Sigue igual, ¿sabes?, el mismo corte de pelo, las mismas gafas oscuras mirando ¿a qué, a quién? Estaba preciosa. No, no le he dicho nada, tampoco me ha visto. La seguí con la mirada unos instantes, la perdí cuando dobló la esquina. No me moví, allí me quedé, recogiendo de nuevo los mugrientos pedazos de algo que ambos nos empeñamos en hacer añicos, hiriéndome de nuevo con aquello que también te hería a ti…

Tú fuiste mi hermano, y mi asesino. Y ella el arma con la que quisimos matarnos. Ahora, ya ves, ella pasea por una ciudad lluviosa, donde tipos como nosotros se quedan mirando sin decir nada. Porque eso es lo que somos, un par de cadáveres.

Pretendimos seguir viviendo sin querer saber que ya estábamos muertos. Una idiota inercia que llenamos de tonterías. Vemos la vida pasar y creemos que todo eso es real. Pero sólo son recuerdos carcomidos.

Como tú y yo.

Mi hermano, mi asesino.

Recuerdos. Carlos.

She sends her regards.

And what can I tell you my brother, my killer

What can I possibly say?

I guess that I miss you, I guess I forgive you

I’m glad you stood in my way.

(L. Cohen Famous Blue Raincoat)