martes, 15 de septiembre de 2009

Todo el mundo lo sabe

Everybody knows that the dice are loaded

Everybody rolls with their fingers crossed

Everybody knows that the war is over

Everybody knows the good guys lost

Everybody knows the fight was fixed

The poor stay poor, the rich get rich That's how it goes

Everybody knows…

Leonard Cohen.


(Exotica. Atom Egoyan)

“Viene cada noche desde hace meses. Quizá es algo distinto del resto, aunque a penas llama la atención. Viene a verme a mí. Espera paciente en su mesa a que llegue mi turno, a que me ponga este vestido de colegiala y salga al escenario. Me mira, me observa, y normalmente paga para que baile a pocos centímetros de él. No puede tocarme, yo en cambio sí. Siento que con él es diferente, no sé cómo explicarlo, no se trata sólo de sexo, hay algo más, algo que no sentía desde que era una niña.”

“Exotica” es un local de streptease, un pequeño microcosmos donde noche tras noche se entrecruzan historias mínimas: Francis, un hombre casado de mediana edad, inspector de hacienda que cada noche acude a ver como Cristina baila y provocativamente se quita ese uniforme de colegiala que ha elegido como disfraz. Eric, el presentador del espectáculo, que con sus monólogos es capaz de mostrar a los presentes, a uno y otro lado de la pantalla, sus inconfesables deseos, aquello que los iguala: “¿Por qué nos atraen las adolescentes? Quizá porque cuando ellas empiezan a vivir, nosotros ya hemos malgastado la mitad de nuestra vida”. Y Zoe, la dueña del local, embarazada y sin pareja. Nada más sabemos al comienzo, todo está velado y el ambiente atrayente del local nos envuelve. Nos sentimos constreñidos por la propia lógica del streptease, una lógica del desvelamiento. Nada sabemos, pero las piezas de ropa caerán lentamente al ritmo cadencioso de la música, la bailarina, insinuante, irá mostrando su cuerpo, poco a poco…

“Eric también me mira. Es como si cada vez que salgo al escenario hablara conmigo, también con él, como si sólo estuviéramos los tres, siento su presencia como un intruso. Creo que tiene celos, creo que todavía no lo ha superado, quizá por eso aceptó lo de Zoe. A veces pienso que Francis me protegerá, que es eso lo que me atrae de él, pero sé que no es del todo cierto. Espero su presencia cada noche, pero no quiero que me toque.”

Eric se ve obligado a actuar, a forzar de forma brusca la relación que tácitamente han establecido Cristina y Francis, por celos. Porque todavía ama a Cristina, todavía no ha logrado olvidar aquel amor que les unió no hace mucho, cuando ambos eran más jóvenes, cuando Cristina era casi una adolescente, como ahora. La vida da muchas vueltas, demasiadas. Zoe le propuso un trato, Zoe quería un hijo, necesitaba un padre, y es que Zoe no amará jamás a ningún hombre, tampoco se siente atraído por ella, en cambio Cristina sí, hay una intimidad entre Cristina y Zoe que va más allá de la amistad. Pero el enigma es Francis, ¿por qué acude noche tras noche al local? ¿Por qué esa atracción por Cristina? A Francis parece bastarle la relación que ha establecido con Cristina, su matrimonio hace ya tiempo que se fue a pique, pero no fue el desamor lo que acabó con él, fue algo mucho peor, algo tan monstruoso que el espectador lo va intuyendo poco a poco, con la lentitud con la que van cayendo las piezas de ropa. Una hija pequeña, un secuestro, una violación y el consiguiente asesinato. Una tragedia que acabó con su matrimonio, que acabó con Francis. Y tras la comedia absurda que intentó con su sobrina, quizá sea ahora Cristina, que se disfraza de colegiala, aquello que, por unas horas, le devuelva a la vida, le revierta su condición de humano, aunque sea en el acotado espacio de un local de streptease, y bajo reglas que ambos respetan, estableciendo una relación con ella que va más allá del deseo, que ahonda en el recuerdo, que sólo en los cortos instantes en que ella baila provocativamente a pocos centímetros de él, logra hacerse soportable. Francis se sabe quizá protector, aunque sea de manera ficticia, teatral. Pero sólo quizá, todavía quedan prendas por quitar.

“Pobre Eric, le recuerdo cuando le conocí, en aquellos horribles días de búsqueda, intentando encontrar un cadáver, no teníamos ya otra esperanza. Aquello conmocionó a toda la cuidad, todo el mundo colaboró y Eric me ayudó a superarlo, pero lo nuestro acabó siendo un fracaso. Tengo que salir, él está ahí, donde siempre suele sentarse. Pagará para que baile a su lado, yo me quitaré la ropa lentamente, rozándole levemente con la piel desnuda, y él no me tocará. Él recordará cosas, yo también, cosas que no recordaba desde niña.”

El hechizo se romperá, hecho pedazos por los celos de Eric. Y Francis tendrá en sus manos la vida de Eric, la vida de aquel que quizá haya acabado con su última esperanza, pero no lo hará, se abrazará a él, llorará, podrá recordar, con dolor, cosas que no osaba si quiera mirar de reojo. Recordará en Eric a una de aquellas personas que buscaron con denuedo el cuerpo de su hija asesinada, recordará cosas horribles, cosas que jamás podrá sepultar el olvido. Pero todavía queda algo por quitar, queda esa última y minúscula prenda de ropa que desvele la desnudez de la bailarina, queda aquello que une de forma inextricable a Cristina y Francis, aquello que ambos buscan cada noche, entre el recuerdo insoportable de una niña asesinada, aquello que todo el mundo sabe…

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