sábado, 26 de septiembre de 2009

La Novia

La mariée mise à nu par ses célibataires, même. El Gran Vidrio.

Incluso.

La parte superior es la esfera de la novia, puesta al desnudo por los solteros. Esa mancha superior, la vía láctea, es la novia misma; inicio y final de bucle, pero los bucles no tienen comienzo. Una repetición absurda, un ciclo de sexo y deseo. La novia puesta al desnudo se encuentra arriba, trasparente y a la vez opaca. La carne tibia que esconden los inmaculados vestidos de la novia.

De ella pende el colgado hembra gracias un delicado engarce, es el inicio del mecanismo, el motor de deseo que pone en funcionamiento toda la coreografía. Reguladores de presión, manómetros y el cilindro-sexo que no cesa en su movimiento de vaivén: zumpa-zumpa… le sigue el magneto-deseo…Y la gasolina que alimenta todo el motor la segrega la novia, el desnudamiento de la novia. Ese instante previo al desnudamiento.

Una barra de metal separa esta esfera, aparentemente incomunicable.

La parte inferior es el dominio de los solteros. Dibujo de precisión. Nueve solteros parecen ser los protagonistas, pero sólo lo parecen. Son nueve moldes vacíos y es allí donde se inicia el intrincado proceso de alcanzar a la novia. La energía sexual es recogida en forma de gas por los tubos capilares y enviada a los siete tamices cónicos. Junto a los solteros se haya la compleja máquina solipista que ajena a todo realiza su propio bucle interminable: el trineo, la noria, las tijeras y el molinillo de chocolate, todo sigue un movimiento repetitivo. Un movimiento onanista.

Pero el gas, pasado a través de los tamices, alcanza ya el final de la transformación. Sus salpicaduras son recogidas por los testigos oculistas, una extraña operación óptica consigue enfocarlos con la lupa a través de la infranqueable barra horizontal. Y aparecen como nueve disparos justo bajo la novia. Los solteros creen que ha sido su complicado acercamiento a la novia lo que ha provocado su desnudamiento, un acercamiento imposible, pero que la complicada coreografía mecánica del panel inferior ha podido llevar a cabo. Se equivocan. Nada de ello sería posible sin el motor de deseo de la novia que los solteros no ven, y que no verán jamás. Es la novia quien se desnuda, quien pone en marcha todo el proceso. Y quien lo detiene en un instante congelado.

La ropa cae.

Viendo el Gran Vidrio él se preguntaba quién era. Podía imaginarse a ella, desnuda en la cama, tal y como la había dejado hacía sólo unos días. Se preguntaba cuál de los solteros era él, un molde vacío. Una pieza más en un complejo y mudo engranaje que ella había puesto en funcionamiento.

Un vaivén repetitivo. Una precisa máquina imparable, que solo cesa su movimiento cuando el deseo es consumado, y por tanto perdido.

Como siempre se había dejado llevar.

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