domingo, 29 de marzo de 2009

Retrato


"Todo retrato que haya sido pintado con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo"

Oscar Wilde. El retrato de Dorian Grey.

Segis a menudo se engañaba. La había pintado tantas veces, que terminaba por creerse que se pintaba a él mismo a través de ella. Pretendía retratar su propio rostro usando para ello las facciones de ella, su propio cuerpo, sus miembros… que casi se sabía de memoria, hasta el último pliegue o imperfección.

En esa búsqueda absurda de sí mismo a través de los bocetos y telas que de ella hacía, había acabado por retratarla de forma grotesca, forzando posturas y ademanes hasta lo inverosímil, llegando incluso hasta la caricatura soez… Ella, en cambio, obedecía, paciente, sin oponer resistencia a las cada vez más absurdas demandas de él, siguiendo el mismo ritual de todos los días: llegaba, se quitaba la ropa y se ponía el gastado albornoz, y espera sentada, en silencio, las órdenes de Segis.

Pon el brazo así, esa pierna sepárala más, ladea la espalda, gírate, sólo el cuerpo no la cabeza…

Ella no decía nada, accedía a todas las peticiones con la mayor destreza posible, sin preguntar, obedeciendo casi al instante… mientras él la torturaba con la mirada durante hora u hora y media. Luego se vestía, cogía el dinero, y se marchaba.

Y Segis creía que así, pintando esos cuadros extravagantes que a nadie enseñaba ni vendía, pintaba la imagen de su propio rostro, esa imagen que no lograba ver en viejo espejo por las mañanas y a la que tanto temía, imagen oculta, y sin embargo, presente.

Jamás existió ese rostro oculto, jamás logró pintar sus propias entrañas a través de las de ella. Tras esas imágenes retorcidas y grotescas no había nada, ni si quiera su propia abyección… sólo un vacío, una oquedad sin eco, de la que apenas empezaba a ser consciente. Nada.

Quizá por ello ella siempre acudía, y se dejaba retratar. De aquellas horas muertas sólo recordaba la pesada cortina roja.

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